domingo, 25 de diciembre de 2011

MENSAJE DE HOY DOMINGO



















El nacimiento de Cristo: una reacción reveladora


PASAJE CLAVE:



Mateo 2.1-12, 16; 20.28 LECTURAS DE APOYO: Miqueas 5.2 Juan 10.15; 19.39-40

INTRODUCCIÓN:

La historia de la Navidad es hermosa:

Pero en la actualidad resulta muy fácil pasar por alto el verdadero significado de este evento histórico tan importante, simplemente por el hecho de oírlo año tras año. No obstante, fijemos nuestra atención por unos momentos en el relato contenido en Mateo 2.1-12, que nos habla acerca de la llegada de los magos que llegaron a Jerusalén en busca del niño Jesús.

En ese pasaje veremos cuando menos tres reacciones que surgieron ante la noticia del nacimiento de Cristo, las cuales se repiten en nuestros días con asombrosa frecuencia.


Tres reacciones distintas

_ Indiferencia. Las autoridades religiosas representan las reacciones de la mayoría en la actualidad: en el mejor de los casos, neutral. Gran parte de los judío habían esperado por largos años que surgiera un líder, el Mesías, que liberaría al pueblo de Dios del yugo romano.
Aunque muchos de ellos sabían que nacería en Belén (Mi 5.2 y Mat 2.4-5), se turbaron pero no hicieron el menor esfuerzo por recabar más información además de la que la que obtuvieron de los magos, ni por ir a adorar al recién nacido.

En nuestros días muchos se comportan de manera semejante. No se preocupan por saber más acerca del Señor sino que buscan ansiosos qué obsequiar a quién, a dónde ir de vacaciones o cómo agradar a sus seres queridos. No es que estén en contra del Señor Jesucristo sino que tienen miles de cosas que les demandan toda su atención.




_ Odio. El rey Herodes demostró el segundo tipo de reacción que muchos tienen en cuanto al motivo de tanta agitación. Él fue un gobernante cruel y astuto, odiado por los judíos, que estaba ebrio de poder y no toleraba rivalidad alguna que pudiera representarle la pérdida de su prestigio ni poder. No es de sorprender, entonces, que también se turbara al saber que había nacido otro rey (Mat 2.3). Por eso, al darse cuenta que los magos regresaron por otro camino, se enojó y “mandó matar a todos los niños menores de dos años que había en Belén y sus alrededores”(Mat 2.16).

Hoy en día muchos reaccionan por odio en contra de Cristo y hacen lo que pueden por impedir cualquier demostración pública que exalte su Nombre. Temen perder su prestigio y dominio que les represente competencia, apelando a la tolerancia e igualdad de derechos garantizada por leyes que pasan por alto no mas que benefician al grueso de la población.

_ Adoración. Los magos representan a quienes se deleitan en honrar a Cristo. Mateo 2.11 dice que ellos, “al entrar en la casa, vieron al niño con su madre María”. Estos varones sabios y acaudalados estaban convencidos de que ese Niño era el rey de los judíos y “postrándose le
adoraron” con reverencia. Luego, “abriendo sus tesoros, le ofrecieron presentes: oro, incienso y mirra”. En aquellos tiempos el oro era, como hasta el presente, el metal más valioso, digno de un rey. Por otra parte, el incienso era utilizado por los sacerdotes del templo para rociar el altar del sacrificio y llegó a simbolizar que el Señor Jesús vino no para ser servido, sino para servir (Mat 20.28).A su vez, la mirra era usada primordialmente como especia aromática para disipar los olores fétidos de la descomposición de un cuerpo que era sepultado (Jn 19.39-40). Y sirvió para enfatizar la misión divina de Cristo al entregar su vida para otorgar salvación a la humanidad.
El último acto de adoración sucedió cuando los magos escucharon y obedecieron la voz de Dios que les indicó que regresaran a su tierra de origen por otro camino (Mat 2.12), sin pasar por Jerusalén.

Cómo debemos adorar nosotros
En la actualidad nuestro Dios sigue instándonos a adorar a Cristo. La verdadera adoración consiste en la actitud de nuestro corazón y no en una acción externa. Por consiguiente, toda adoración genuina requiere:

1
. Pureza de corazón. Antes de adorar debemos arrepentirnos y confesar todo pecado conocido.
2. Espíritu de humildad. En nuestra relación con el Dios omnipotente no hay lugar para el orgullo.
3. Debe haber espíritu de sumisión a la voluntad de Dios: hacer solamente lo que Él quiera.
4. Espíritu de rendición, de entrega total: hacer todo a un lado a fin de enfocarnos en nuestra comunión con Él.
5. Espíritu de obediencia. No podemos adorar a Dios y al mismo tiempo permitir que nuestro yo ocupe el trono de nuestra vida.

Por otra parte, debemos estar alertas a las oportunidades de adorar que el Señor manifieste, en su bondad, en las vidas de los demás. Por ejemplo, hace tiempo escuché el testimonio de una joven que años atrás recibió una grata sorpresa. Su familia era tan pobre que no tenía dinero para comprarle un par de zapatos, que era lo que ella más anhelaba como regalo de Navidad.

Pero Dios usó a una familia para comprar precisamente un par del mismo número que la joven calzaba, aunque no se conocían de antemano. Huelga decir que esa fue una experiencia inolvidable y de gran bendición no solo para quienes participaron en ella, sino para quienes se enteraron de lo sucedido.

CONCLUSIÓN:

Tratándose de quienes reaccionan de una u otra manera ante la celebración de la Navidad, la mayoría de nosotros ha sido parte de una de esas tres categorías mencionadas. Algunos son neutrales tocante al Señor Jesucristo y están interesados en sus propios asuntos sin detenerse a considerar los detalles asombrosos relacionados con el nacimiento de Cristo. Otros son abiertamente hostiles a todo lo que se relacione con el nombre de Cristo y lo que representa. En contraste a todo esto, solo unos cuantos se deleitarán en adorarlo y honrar su nombre en esta época del año.

Mi oración es que, a semejanza de los magos que viajaron desde el oriente con el fin de postrarse delante de Él en adoración y ofrecerle lo mejor de sus dones, nosotros también le busquemos de todo corazón. Que nos esforcemos por hacer a un lado todas las presiones típicas de esta época del año y tomemos el tiempo necesario para honrarlo en todo lo que hagamos para celebrar con gratitud este acontecimiento trascendental, único en la historia de la humanidad. Sobre todo, que la hermosa historia del nacimiento de Cristo nos motive a adorar a quien vino para que todo aquel que cree en Él no se pierda, sino que tenga vida eterna y que esa vida le honre, le sirva y cumpla en verdad el deseo del mismo Cristo; que sea vida en abundancia (Jn 10.15).









Fuente: Encontacto

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