Agosto 2012
Apreciado(a) colaborador(a):
Dios tiene un propósito para la situación que pueda usted estar experimentando hoy. Le estoy escribiendo porque es posible que esté teniendo problemas muy serios en este momento, o que probablemente tendrá en el futuro.
Puede ser que las dificultades que está enfrentando ahora son cuestiones desalentadoras que se han venido repitiendo a lo largo de toda su vida, y se esté preguntando cuándo terminarán. O quizás nunca antes ha enfrentado algo como lo que está pasando, y no puede entender por qué le han sobrevenido estos problemas. O puede ser que esté luchando con una de las peores pruebas que ha enfrentado. Quiero asegurarle que su sufrimiento no es en vano. El Padre celestial puede hacer que cualquier situación resulte para bien de usted (cp. Ro 8.28).
A lo largo de mi vida, he visto a Dios utilizar la adversidad como una excelente herramienta para el crecimiento espiritual. Lo mismo puede ser cierto para usted. Las pruebas que enfrentamos nos llevan a centrar nuestra atención en Dios, guiándonos a ser uno con Él.
Recuerdo una época particularmente difícil en mi vida, hace varios años. Predicaba seis veces a la semana, grababa dos programas para la TV, viajaba por todo el país, escribía libros, pastoreaba la Primera Iglesia Bautista de Atlanta, y lideraba tanto al personal de la iglesia como a los empleados de Ministerios En Contacto. Estaba cansado todo el tiempo.
Al final terminé en el hospital durante una semana, y estuve completamente inactivo por tres meses. Me sentía como si hubiera estado manejando a 90 millas por hora, y que de repente hubiera chocado con un muro de concreto. No podía predicar, enseñar, asistir a reuniones, tomar decisiones, resolver problemas y ni siquiera visitar a nadie.
Es en tiempos así, cuando estamos abrumados por la impotencia y el dolor, que nos sentimos tentados a gritar: “¿Por qué, Señor?” Tal vez usted se está haciendo esta misma pregunta hoy: ¿Tiene un propósito todo este sufrimiento en mi vida? ¿Podré alguna vez recuperar todo lo que he perdido?
Pero, permítame que le anime diciéndole que esos tres meses fueron sumamente importantes para mí y para mi relación con Dios. Él me enseñó que yo estaba tan ocupado haciendo su trabajo, que no estaba, en realidad, escuchando su voz. No estaba apartando tiempo para escucharle. Esta lección cambió mi vida y mi ministerio. De la misma manera, su adversidad puede ser un puente hacia una relación más profunda y más estrecha con Dios, si usted presta atención a lo que Él le está enseñando.
Recuerde que todo lo que llega a su vida, Dios lo ha permitido. Si acepta las circunstancias que enfrenta como oportunidades de crecimiento, usted tendrá la victoria. Con esto en mente, ¿qué clase de cosas le enseña el Señor por medio de la adversidad?
Primero, Dios puede estar mostrándole su amor, carácter, sabiduría, poder y fidelidad de maneras provechosas. Es posible que usted no se dé cuenta de lo mucho que necesita al Padre celestial en ciertos aspectos de su vida, hasta que experimenta una prueba que está más allá de lo que usted es capaz de manejar. El Señor puede llevarle a un punto en el que no le queda más remedio que descansar en Él, para que pueda ver la salvación que le dará (cp. Ex 14.13).
Segundo, Dios puede estar enseñándole a entregarle todas sus necesidades, en vez de confiar en usted mismo. ¿Se siente incompetente, débil o cansado? ¿Se le han agotado sus recursos? Entonces, usted está en el proceso de aprender a depender de Aquel que nunca falla. Él es su suficiencia. Por tanto, no tema. Reclame la promesa de Filipenses 4.19: “Mi Dios, pues, suplirá todo lo que os falta conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús”.
Tercero, el Señor puede estar enseñándole el verdadero gozo que proviene de tener una relación estrecha con Él. Es posible que usted, a veces, ponga demasiado énfasis en las cosas terrenales para su felicidad. Cuanto más se aferre a ellas, más infeliz se sentirá. Por tanto, deberá poder decir, como el apóstol Pablo: “He aprendido a contentarme, cualquiera que sea mi situación” (Fil. 4.11), al encontrar en Cristo su satisfacción, su realización y su propósito.
Cuarto, El Padre celestial puede estar refinando su carácter. Recuerde que el propósito de Dios es conformarle a la imagen de Cristo, y fortalecer su fe. Por eso, Él tiene que limpiarle de todo lo pecaminoso que haya en su vida, y transformarle por medio de su Santo Espíritu. De esta manera, Dios produce en usted: “amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, templanza” (Gá 5.22, 23), para que usted sea un hermoso reflejo del Salvador.
Finalmente, Dios puede permitir que la adversidad le prepare para el servicio a Él. Si hay algo con lo que todos podemos identificarnos, es con el sufrimiento. Cuando usted busca al Padre en sus pruebas, Él le capacita para que consuele a otros, y le ayuda a proclamar la esperanza que Él le ha dado (2 Co 1.3-8). Usted se sorprenderá al ver cómo son bendecidos otros por su testimonio, y la manera tan poderosa como trabajará el Señor por medio de usted, si simplemente confía en Él.
¿Está usted luchando con problemas u obstáculos muy serios? ¿Hay algo en su vida que no entiende muy bien, que le produce dolor y aflicción? Si es así, sepa que Dios tiene un propósito para lo que está experimentando. Es posible que no sepa cuál es el propósito del Señor, pero si acepta sus circunstancias como oportunidades para crecer en intimidad con Él, el Padre celestial le dará la victoria, con toda seguridad. Yo estoy seguro de que Él seguirá bendiciendo su vida abundantemente, en la medida que le busque y le sirva cada día.
Fraternalmente en Cristo,
Charles F. Stanley
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