Autor Pastor Josué Magciel Dávila García
Cuando a María, la madre carnal de Jesús, le fue anunciada la concepción en su vientre, el ángel le dijo: “Porque nada hay imposible para Dios” (Lucas1:37). Con esto, le estaba recordando la omnipotencia de Dios. Si fuéramos muy estrictos, diríamos que el ángel estaba expresando una teología incorrecta.
Pero en un sentido bíblico más amplio entendemos que el poder de Dios supera por mucho a la criatura. Lo que para nosotros es imposible, para Dios, es posible. Decir que nada es imposible para Dios significa que Dios puede hacer cualquier cosa que sea Su voluntad. Su Poder no está limitado por límites finitos. Nada o ninguna cosa puede restringir Su Poder.
Sin embargo, Su Poder está limitado por lo que Él es. El pecar le es imposible, porque nadie puede pecar si no lo desea, el pecado es voluntario, y nunca el tres veces Santo tendrá la voluntad de pecar.
Job lo entendió perfectamente cuando dijo: “Yo conozco que todo lo puedes, y que no hay pensamiento que se esconda de ti.” (Job 42:2)
Por tanto, la omnipotencia de Dios, es para el cristiano una fuente inagotable de consuelo. Porque sabemos que el mismo poder que Dios desplegó para crear el universo, es el mismo Poder con el que nos salvó, y con ese Poder nos salvaguarda en Sus omnipotentes manos.
Así que, nada de lo creado puede frustrar sus planes para el futuro. Y aunque los poderes y las fuerzas de este mundo se desboquen tratando de destruirlos, no tenemos nada que temer. Su diestra es omnipotente y en Su diestra estamos.
Podemos entonces descansar confiados en el conocimiento de que nada ni nadie puede superar el Poder de Dios. Así lo dijo Él mismo: Yo Soy Él que Soy, el todopoderoso.
Alabemos Su glorioso Nombre.
Textos a meditar: Gen. 17.1, Sal. 115.3, Rom. 11:36, Ef. 1:11, Heb.1:3.
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